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El Nuevo Herald

Publicado el 2 de julio de 2001 en el El Nuevo Herald

Miles de cubanos sueñan con fortuna legendaria

El rumor de la herencia perdida de Bartolomé Manso de Contreras renace con cada nueva generación

Vivian Sequera / Ap. Remedios

Es una historia que funde narraciones de corsarios, monjas y una cuantiosa fortuna en oro o joyas que ha estado perdida desde hace cuatro siglos.

“Ese dinero existe y nosotros somos los herederos”, asegura Julia Humbelina Pérez, de 76 años, vecina de Remedios.

“Es una farsa”, declara Eusebio Leal, historiador oficial de La Habana.

Digan lo que digan los funcionarios de la capital, en este poblado colonial a 300 kilómetros al este de La Habana, millares de residentes están convencidos de la existencia de la fortuna.

Cada cierto tiempo, desde comienzos del siglo pasado, renace el rumor de la herencia perdida. Según ese rumor, se trataría de una fortuna que Bartolomé Manso de Contreras, descendiente de una familia española establecida aquí en 1605, legó a sus tres hijas.

Pero las tres hijas eran monjas de clausura que no podían disfrutar de esa herencia, de modo que las propiedades — casas, fincas, ganado, ingenios azucareros y esclavos — fueron rematadas por los albaceas: un hermano de Bartolomé y el abuelo de las monjas, Juan de Loyola.

Los resultados de ese remate, en monedas de oro o en otros valores, habrían sido entregados a las hermanas.

Una copia del testamento, fechada el 20 de febrero de 1758, enumera las propiedades legadas a las monjas, según el historiador local Rafael Farto, quien dice haber visto el documento. Otra copia debe estar según se afirma en el Archivo Nacional de La Habana, pero los archivistas de esa entidad niegan haber visto testamento alguno de la familia Manso de Contreras.

A partir del testamento, la historia toma carácter de leyenda: las tres monjas, temerosas de los piratas que llegaban a costas cubanas, habrían ocultado la fortuna dentro de un muro del Convento de Santa Clara, en La Habana, actualmente convertido en una posada turística.

El “tesoro” sólo abandonó su escondite, por decisión de las tres hermanas, para salir en un barco con destino a Londres y ser depositado en algún banco inglés, cuentan algunos de los presuntos herederos. Otras versiones hablan del Vaticano como destino final de los “cofres cargados de oro”.

Versiones de diarios cubanos dan cuenta ya a comienzos del siglo pasado y luego en los años cuarenta, de cubanos que reclamaban la fortuna.

“Es pura fantasía”, indica monseñor Angelo Gallardi, vocero de la Nunciatura Apostólica en La Habana que es la representación del Vaticano en Cuba. “Es una historia de novela”, agrega consultado sobre las versiones de millones en oro depositados en las arcas papales.

Respuestas similares dan en las oficinas de prensa del Ministerio del Exterior británico y en el Banco de Inglaterra. “Ni idea”, dice lacónica Janeth Duff, de la cancillería inglesa.

Que los Manso de Contreras vivieron, que Bartolomé testó, “es verdad, pero dónde esta el dinero, qué pasó, no sé”, afirma Farto, asegurando que la historia de la búsqueda se vuelve cíclica, puesto que los hijos pequeños, de los que hoy andan detrás de la fortuna, en unos años “se enterarán, ven cualquier papel y vuelven a la carga a buscar, comenzando toda la ola de nuevo”.

En los archivos de la iglesia de Remedios, en empolvados libros que datan desde 1646 y hasta hoy, están asentados todas las partidas de bautizos, matrimonios y fallecimientos ocurridos en el poblado. Sobre esos archivos se basan algunos para demostrar que son descendientes de Bartolomé.

Varios han buscado asesoría legal, en particular aquellos que tienen familiares en Estados Unidos y pueden pagar los costos de una investigación que abarca dos continentes y cientos de años.

La gente llega de “todas partes, no sólo de Cuba, para saber si son familia… y yo casi me he convertido en la secretaria de los Manso de Contreras”, comenta risueña María Adelaida Leopo, de 62 años, encargada desde hace más de una década de los archivos de la iglesia de San Juan Bautista en Remedios.

La iglesia cobra por la búsqueda cinco pesos (unos dos centavos de dólar), tarifa que sube a diez pesos si los datos son del siglo XIX o anteriores.

“Yo no sé si la plata existe o no, pero algo debe haber para que tanta gente se mueva”, comenta Leopo, mientras atiende en su oficina de la iglesia a una mujer cubana residente en Miami, cuyo esposo, también de origen cubano, se apellida Castro Manso.

Para complicar el asunto, otros cubanos reclaman una herencia aparentemente vinculada a la de los Manso de Contreras: la de la familia Loyola. Ambas están emparentadas simplemente porque Bartolomé se casó en Cuba con Josefa de Loyola, la madre de las tres monjas.

Y la historia se enreda aún mas porque según los herederos de esta rama, las tres monjas entregaron su herencia a su abuelo materno: Juan de Loyola, quien a su vez era descendiente de Hernando, y su más famoso hermano, Ignacio de Loyola, este último fundador de la Compañía de Jesús en 1534.

San Ignacio “dejó el 8% de la herencia a los jesuitas, y el resto a los descendientes de Hernando, del que venimos nosotros”, afirma en una barriada de La Habana, Argelia Viera.

Viera, de 55 años, revuelve y muestra un montón de recortes de diarios, mapas y cartas de “familiares Loyola”, rodeada de otras dos mujeres, que ratifican su derecho a una fortuna amasada en Cuba, afirman, durante los siglos XV y XVI.

Pueblo con pasado de piratas, Remedios vivió gloriosos días de prosperidad, gracias a un activo contrabando en el siglo XVI. Es también origen de innumerables leyendas como la que cuenta la llegada de Lucifer junto a 35 legiones de demonios para apoderarse del pueblo.

Sus casas y calles silenciosas albergan hoy día a unos 20.000 habitantes, muchos de ellos ilusionados con su pasado millonario.

Balanceándose tranquilo en una mecedora de su casa en Remedios, el historiador Farto hojea uno de sus viejos artículos acerca de la existencia de la familia Manso de Contreras.

Quizás la situación que cuenta la nota se puede resumir en cinco palabras: “Herencia legendaria o leyenda hereditaria”.